Tras varios meses de preparación y con mucha ilusión en el equipaje, tomó el avión rumbo a Alemania. El vuelo que debería ser como cualquier otro, se transformó en una pesadilla, cuando una lumbalgia me asaltó en medio del viaje y puso en vilo lo que debería ser la carrera más importante de mi último año.
A mi llegada a Frankfurt, la desilusión se presentó en forma de dolor. Mi espalda estaba poniendo su punto y me alertaba de la necesidad de aumentar las sesiones de fortalecimiento en el ciclo de entrenamiento, sin embargo lo hacía de la peor manera y en el momento más inoportuno posible. A tan solo 3 días de correr mi segunda “major”, en la que estaría buscando la base para seguir soñando con Boston.
Aquel viernes previo a la carrera no se mostraba alentador, la sola posibilidad de no poder correr la maratón me taladraba la cabeza y las opiniones de diversas personas no ayudaban a cambiar este temor.
Tras seguir cientos de recomendaciones y concentrarme en intentar correr, las sesiones de estiramientos, masajes y agua caliente se transformaron de una actividad más, a la única actividad del día. El sábado logre correr un poco y me encontré en condiciones (si bien no óptimas), para intentar correr ese domingo. Estaba nuevamente en camino a aquel reto de correr los 42,195 metros por las calles de Berlín. Estaba soñando nuevamente con la frase publicitaria de la maratón, soñaba con «ser una leyenda”. Mi sonrisa reapareció, aunque mi mente continuaba con temores por cómo fluiría la carrera por culpa de dicha molestia.
El domingo había llegado y me dirijo al lugar de partida en compañía de Carolina, las conversaciones largas, bromas permanentes y las fotos como excusa llenan el momento, se intenta evitar el nerviosismo que lo llena todo previo a cualquier carrera y mucho más en una de estas dimensiones.
Se da inicio a la carrera y me concentro en el plan de carrera, un plan agresivo pero lograble, escucho vítores y entre el ruido de las personas que observan la partida, se levanta la voz de Andrés, mi gran amigo y compañero de muchas aventuras, quien me grita desde el kilómetro 1 animando.
La carrera fluye, comienzo a disfrutar del recorrido por las calles de Berlín, levantó la vista para abstraerme y llevarme imágenes para el recuerdo entre los gritos de mucha gente que está en la calle dando su aliento.
El kilómetro 21 aparece y el ánimo de Andrés corriendo a mi lado se hace nuevamente presente; el calor molesta, el líquido que se necesita aumenta y las muestras de cansancio comienzan a aparecer.
En el kilómetro 31 no aparece el muro, aparece la lumbalgia; siento un fuerte dolor que me hace saltar y detenerme por unos segundos, reinicio la carrera no sin temor. Los músculos se han recogido y están presionando los músculos de las piernas generando un dolor sordo.
Mi mente grita y me dice que debo parar, pero mi corazón lucha en otra dirección; estaba en Berlín tras dos años de entrenamiento y no podía permitir que todo terminara faltando tan solo 10 kilómetros.
Me sobrepongo al dolor e intento retomar el pace. El correr ayuda a que las piernas y la espalda se liberen un poco, pero me cuesta mucho regresar al plan de carrera.
Pasan los últimos kilómetros con algo de molestia y con dificultad para obtener mi pace, me concentro para seguir adelante. Después de varios kilómetros de incertidumbre y suplicio, llegó a una esquina que al doblarla se puede observar la puerta de Brandemburgo y mi corazón comienza a latir fuerte, unas lagrimas se confunden con el copioso sudor que corre por mi cara.
Sin siquiera pensarlo aceleró, no importa el dolor, no importa el cansancio.
En los últimos meses me había imaginado, infinidad de veces, cruzando esa emblemática puerta y estaba a pocos segundos de hacerlo. Dejo todo en esos últimos metros, pasó por ella de la misma manera en que lo hizo Eliud un par de años antes (aunque un poco mas lento y muchisimo mas destruido); levantó los brazos. Tengo claro que aún quedan 200 metros pero hay un sentimiento de deber cumplido.
Mantengo la velocidad. Por mi cabeza pasan muchos pensamientos y reflexiono en lo que significa esta carrera en este momento de mi vida, pienso en las personas que hoy son importantes para mi, en lo que significa un nuevo comienzo y en las ilusiones que han nacido dias antes. Lo siguiente simplemente es lo natural, simplemente sonrío, sonrío de una manera tan fresca que entiendo cual debe ser mi nuevo rumbo.
Pasó la meta olvidándome del dolor y sin importarme qué estuve diez minutos por encima de mi tiempo planeado. Acabo de terminar mi cuarta maratón y mi segunda major; y me percato que estoy enamorado de este mundo que se resume en la palabra “Running” pero que significa mucho más que simplemente correr.
“Nunca se es demasiado viejo para fijarse una meta más o para tener un nuevo sueño”
Lee Brown






Excelente! Perseguir los sueños es una cosa, pero alcanzarlos es como tocar el cielo con las manos. Ese instante en donde tanto sacrificio valió la pena. Pese a todo y contra todo.
Espero volver a alentarte en alguna maratón!!
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Gracias Belen!!! Espero verte nuevamente pronto.
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Que modelo a seguir…! Muy orgulloso de ti.
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Lo hiciste muy bien, a pesar del dolor lograste llegar a la meta y con sólo 10 minutos por encima de lo planeado.
Mi admiración total para ti y felicitaciones, ya estás muy cerca de Boston
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