En una demostración inequívoca de la irresponsabilidad de tomar decisiones bajo el efecto de drogas, en este caso de las endorfinas, había decidido correr mi primera maratón con tan solo un par de meses corriendo y si bien la ciudad elegida, la sentía muy cercana por haber vivido casi 5 años en ella, no era más que un acto de no conciencia. Sin embargo, ya estaba en camino a correr la maratón de Buenos Aires y no había retorno.
Tenía un poco más de 5 meses para prepararme y correr la distancia reina del Running, tenía apenas unas 20 semanas para preparar mi cuerpo, y más importante aún, mi mente para ese reto de dimensiones gigantescas.
Lo primero que hice fue reunirme con mi entrenador para plantear el camino a seguir y ver cual seria el plan de entrenamiento en las semanas venideras, el resultado fue un plan exigente y muy intenso. En esa reunión, me percate que el dichoso tiempo de 16 semanas que era lo estándar para preparar un maratón, era para personas que tuvieran una base establecida y que corrieran “algo”; y en mi caso, así yo quisiera pensar que el correr dos carreras de 10 kilómetros me hacía un candidato idóneo, no era así y pronto lo descubriría. De cara a la preparación, el Allianz 15K y la Media Maratón de Bogotá tenían una gran importancia en el plan y aparecían en el calendario para ir midiendo los avances y tomar correctivos si era necesario.
En este plan aparecían palabras de un idioma extraño que aunque parecía español, no lo era. El significado de las palabras no eran los habituales. Los entrenamientos divertidos parecían querer destruirte, los sabrosos por su parte eran odiosos y dependiendo del día podían llegar a ser detestables, los tranquilos eran muy exigentes. Los físicos pasaron de ser faros de conocimiento, en personajes detestables; unos más que otros y teniendo a Albert Einstein como el más malvado de todos. (Para que se entiendan las últimas palabras, los entrenamientos en el equipo Aethos tienen nombres de físicos y científicos).
Por último, los fondos, no eran “las partes interiores bajas de una cosa hueca”, ni la “superficie sobre la cual descansa el agua”, eran entrenamientos largos que le agarras cariño después de mucho tiempo (esta última es mi definición personal).
Y ya que hablamos de fondos, los domingos se volvieron su sinónimo. En ese día aparecían de manera amplificada, el sufrimiento, el reto y la satisfacción (no necesariamente en ese orden). Y fue en uno de ellos que al terminar, sentí una punzada en la parte lateral de la rodilla, que por mi poco conocimiento en la materia, minimice y culpe al lugar en el que había corrido. No le preste atención y con mis conocimientos básicos de medicina y manejo de AINES, tuve controlado el dolor y continúe con los entrenamientos tal y como estaban planificados.
Dos semanas después, llegó el momento de correr el Allianz 15K como parte de la preparación para el Maratón. Todo fluía como lo determinaba el plan, cuando en el kilómetro 10, y sin ningún aviso, reapareció aquella infame punzada que me acompañaba las últimas semanas, pero en esta ocasión se manifestó de manera más intensa. Haciendo tripas corazón, termine la carrera, con una muy mala noticia ya que el dolor ya no cedía. Era momento de tomar en serio lo que me estaba pasando, por lo que al día siguiente estaba en el médico, escuchando su diagnóstico … era “Síndrome de fricción de la banda iliotibial”; lo que en el mundo deportivo se conoce como “bandeleta”. Esta lesión me exigiría casi 4 semanas de paro y sin lugar a dudas un escollo que podría modificar mi camino a Buenos Aires.
“Nunca andes por el camino trazado… pues el te conduce únicamente hacia donde los otros fueron.”
Grahan Bell



Imágenes del Allianz 15K. Competencia que marco un hito en el camino a Buenos Aires.

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