El Silencio del Asfalto: Reflexiones de un Corredor Lesionado

Hace un par de semanas, la Maratón de Medellín, que esperaba con ansias, se convirtia en mi novena maratón, pero también en la primera en la que tuve que retirarme. En el kilómetro 16, sentí un tirón fuerte, una señal inequívoca de que algo no estaba bien. Aunque intenté continuar, el dolor no cedía, y en el kilómetro 18, después de una lucha interna entre mi cuerpo que pedía parar y mi cabeza y corazón que querían seguir, tomé la difícil decisión de detenerme. Mis compañeros y amigos corredores estuvieron a mi lado, brindándome su apoyo, pero al final, fue mi cuerpo el que tuvo la última palabra. Posteriormente, los exámenes confirmaron lo que temía: un desgarro en el abductor largo.

Esta vez quería bajar de las tres horas en Medellín, una marca que siempre me había inspirado respeto, y me convencí de que las cargas altas eran necesarias. Ignoré esas pequeñas señales, que semanas antes de la carrera ya habia sentido; ahora, en esta pausa obligada, me doy cuenta de lo importante que es escuchar al cuerpo y reconocer cuándo es momento de detenerse.

No poder correr ha cambiado mi mundo. Las rutinas, los sueños y las metas se sienten distantes, como si fueran parte de una vida que momentáneamente se ha detenido. Pero, después de varias semanas de médicos, terapias y exámenes, empiezo a ver mi regreso con optimismo. Esta pausa, que al principio parecía interminable, se ha convertido en una oportunidad para valorar la importancia de cuidarme, de dar a mi cuerpo el espacio para sanar y prepararme de nuevo.

Miro hacia adelante, y lo hago con la alegría de saber que mi próxima meta está en el horizonte. Londres, en abril, es mi nuevo desafío, y cada día me acerco más a ese momento de cruzar otra línea de meta. Aunque el camino hacia la recuperación no ha sido fácil, me ha dado la oportunidad de reconectar con el corredor que soy y de recordar que el amor por el deporte también implica respeto por el propio cuerpo.

Para quienes están enfrentando una lesión y ven todo oscuro, les digo: hay que mantener la esperanza y buscar lo positivo. Aunque el proceso es difícil, las pausas nos enseñan a valorar cada paso. Y para quienes ya han pasado por esto, saben bien lo que es parar y sentir el vacío de no poder correr.

Correr es un regalo, una de las sensaciones más deliciosas que podemos experimentar. Saber que pronto estaré de regreso me llena de emoción y de ganas de volver a sentir el asfalto bajo mis pies, a escuchar el latido de mi corazón marcando el ritmo y a perderme en cada zancada. ¡Nos vemos pronto en el asfalto!

«Corre cuando puedas, camina si es necesario, gatea si hace falta; pero nunca te rindas.»

Dean Karnazes

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