Corriendo lejos

El correr, cuando lo haces de manera habitual, se convierte en mucho más que una simple afición o actividad y se transforma en un estilo de vida completo. Es increíble ver cómo tu entrenamiento se convierte en parte integral de un día cualquiera y no simplemente en una actividad que intentas sacarle tiempo para ver si puedes realizarla. No importa el  tiempo, ni el espacio (y cuando digo espacio me refiero al lugar en el que corres), porque sin importar nada de esto tu piensas en correr de manera constante.

Te puedes sentir un corredor aficionado, cuando te encuentras corriendo en cualquier cuidad en la que estés, cuando previo al viaje lo primero que preparas en tu equipaje, son las zapatillas y demás implementos para correr.

Es algo indescriptible, el sentimiento al llegar a una ciudad extraña y mirar con expectativa los alrededores del hotel pensando por donde correras y esperar con ansia el momento de salir para perderse por las calles, plazas o parques. Es maravilloso esperar el momento en que se le robara kilómetros a las calles extrañas, mientras intentas recordar cada rincón de manera indeleble, ya que si si bien la camara (o para ser preciso el celular) estará siempre presente, las fotos pasan a un segundo plano y son reemplazadas por esa fantástica sensación de correr por calles no conocidas y recordarlas en el fondo de tu ser. 

Es innegable que correr por una ciudad hermosa es placentero, poder correr por lugares emblemáticos o de carga histórica, correr por parajes que solo has visto en postales o por calles de ciudades que son referentes mundiales; lo realmente gracioso es que al final ese sentimiento también está presente cuando corres por una pequeña carretera de un pueblo desconocido en medio de la nada. Esto simplemente es porque sin importar el lugar, el verdadero placer es el poder correr y compartir esos minutos conociendo un lugar nuevo con el mejor de tus compañeros de viaje … tu mismo.

«Correr me hizo sentir como un pájaro escapando de su jaula.» 

Priscilla Weich

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