Dejando atrás la otra vida

Hace tan solo  tres años, la vida, el destino, un consejo, una decisión inconsciente o la unión de todo ello, me llevó a tomar unas zapatillas y aventurarme a conocer ese mundo extraño del running y al mirar en retrospectiva me percato que soy otro y mi vida se ha transformado, y tengo que aceptar que me gusta lo que soy ahora, aunque para el mundo en general no soy más que un loco de atar. 

Luego de que tomas la decisión de correr, la vida cambia de manera trascendental. Y quiero ser claro, en que no estoy hablando de correr grandes distancias a velocidades “africanas”, ni siquiera de competir en cuanta carrera exista en tu ciudad, ni transformar todos tus hábitos; hablo de esa decisión de salir a correr así sea un par de kilómetros a la semana, sacrificando horas de sueño u horas de descanso frente a la televisión. Estoy hablando de dedicar aquellos pocos o muchos minutos para correr sin otro motivo que simplemente hacerlo y devorar kilómetros, al fin y al cabo, esos minutos se vuelven invaluables porque los puedes compartir con la persona más importante de todo tu mundo … tu mismo.

Son aquellos minutos en los que tu mente calla el dolor de tu cuerpo y puede increíblemente concentrarse de tal manera, que puedes solucionar problemas complejos o visualizar tu realidad en perspectiva. Esto es mucho más increíble, si nos damos cuenta que esto sucede en los intervalos que quedan entre maldecir y preguntarte la razón por la que tienes que sufrir con esa actividad, o en los minutos que sobran luego de pensar cientos de veces en renunciar (y que por supuesto nunca lo haces porque sabes que la satisfacción de terminar es mucho más grande e intensa que cualquier otra cosa conocida).

Cuando comienzas a correr dejas atrás muchas cosas y comienzas a construir un nuevo tú en una nueva vida. Cuando tomas la decisión de comenzar a correr estás dejando atrás tu otra vida y te transportas a un mundo alterno, al mundo del running. Este mundo es un lugar donde no se habla de ganar, sino de superarse, donde no existe el deseo de vencer al vecino, se siente el deseo intenso de superarse a uno mismo, un mundo donde la mayor ilusión es poder atarse los cordones y poder salir en el lugar donde te encuentres, sin que el clima importe y donde las excusas dejan de existir, o por lo menos no te atan; un mundo donde los sueños son muy físicos ya que se miden en velocidad y distancia, un mundo donde las palabras transforman su significado y el nombre de las ciudades son 42.195 metros de alegría. 

Cualquier vida cambiará una vez que tomes unas zapatillas y digas “voy a correr un rato”. Así que sé prudente si no quieres cambiar y convertirte en un nuevo habitante de este loco mundo del running y dejar tu otra vida atrás.

«El deporte no forja el carácter, lo pone de manifiesto.»

Heywood Hale Broun

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