Era mediados de Diciembre y tenía algo menos de cuatro meses para entrenar para una carrera de 10 kilómetros. No sabía si era poco o mucho y tampoco tenía claro por dónde debía comenzar, así que simplemente tomé mis únicas zapatillas del armario y salí al parque del barrio a dar un par de vueltas. Ya a los 100 metros de trote, mi cerebro gritaba que era una mala idea y tanto mi corazón como mis pulmones secundaron la moción. Con más fuerza de voluntad que por físico, terminé corriendo 2 kilómetros, tras los cuales quedé muerto y no me pude recuperar en todo el día.
Era claro que necesitaba alguna ayuda si realmente quería terminar esa carrera de abril, pero no sabia a quien pedirla.
Aprovechando el mundo digital, investigue por casi 20 minutos (todo un récord en este mundo de resultados inmediatos) algunas opciones disponibles en línea, el resultado fue un app gratuita cualquiera. Luego de un par de minutos de configuración ya tenía mi plan de entrenamiento individualizado, donde se me pedía entrenar 3 días a la semana. Asombrado por la cantidad de entrenamientos, cabe aclarar que inicialmente había pensado entrenar tan solo una vez a la semana y de preferencia los domingos, me sobrepuse e inicie los preparativos para tan ardua tarea.
Con mi “amplio conocimiento” en el tema, decidí que necesitaba comprar algunas cosas vitales para poder entrenar correctamente. Un par de camisetas, pantalonetas y por supuesto … unos audífonos deportivos. Nunca pensé que unos tenis «adecuados» fueran necesarios, al fin y al cabo ya tenía unos que había comprado hacía pocos meses cuando tenia la idea de ir al gimnasio.
Inicié el plan de entrenamiento propuesto, aunque si soy totalmente sincero, de manera no muy disciplinada. Al fin y al cabo correr 3 veces a la semana era como mucho y la época navideña no promovía el deseo de entrenar.
Enero me recibió con otra dinámica y me encontré corriendo día de por medio, mas de lo que recomendaba mi plan. No es que fuera una anarquista en cuestión de los entrenamientos, sino que 3 veces no era lo mas lógico; así que comencé a entrenar Martes, Jueves, Sábado y Domingo. Podrían decir que esto no es mucho mas lógico, sin embargo, el tener un día de descanso por cada día de entrenamiento me parecía mas natural a nivel mental. Lo realmente extraño comenzó apenas unas semanas después, ya que en los días de descanso, nacían unas inusitadas ganas de correr y ansiaba el momento de ponerme la pantaloneta y salir por el barrio a cumplir la sesión. Por otra parte, ya no me sentía morir a los 100 metros, pero aun no lograba superar los 2 kilómetros de forma sencilla. Estaba mejorando a un ritmo lento, lo que dejaba en claro que aún faltaba mucho y que necesitaba ayuda adicional en mis entrenamientos.
Mas allá de los avances, lo mas valioso es que el camino ya estaba abierto y lo había comenzado a recorrer o mejor tendría que decir: lo había «comenzado a correr”.
“Solo crecerás como ser humano si estás fuera de tu zona de confort.”
Percy Cerutty





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